Recuerdos nada más que eso, recuerdos

EstimadoMario:

Esta carta te la escribo para decirte con la mayor sinceridad posible todo lo que yo sentí desde que nos conocimos hace veinte años, en el bar de la facultad de arquitectura, hasta la fecha de hoy. Te escribo esto porque nunca he querido o no he podido desembarazarme de estos recuerdos.
Todavía me acuerdo cuando te vi por primera vez y tú me invitaste a ir al cine mientras te ponías colorado como un tomate. Siempre fuiste algo tímido.
Recuerdo cuando bailamos en el bar de copas al que me llevaste donde nos pusimos ciegos a chupitos de tequila y acabamos haciendo el amor medio vestidos en los baños del local.
Nunca me olvidaré de las flores que me regalaste el día de San Valentín y cuando me dijiste que fui la única mujer que te hizo sentir algo fuerte dentro de ti. Nunca me habían dicho nada aparecido.
Al cabo de cinco hermosos años de noviazgo nos casamos y nos fuimos a Lanzarote de luna de miel. Y hasta esa fecha, nunca supe que en una sola noche se pudiera acaudalar tanto placer y pasión.
No se si recuerdas cuando veíamos películas románticas (mis preferidas) y no parabas de decirme cuanto me querías y en esos momentos me hacías sentir la mujer más bella del mundo. O cuando me empezó a salir la celulitis y me dijiste que no me preocupara, que tú me amabas de igual forma porque mi físico no era lo esencial en nuestra relación (eso fue la segunda cosa más bonita que han dicho).
Nunca olvidaré el día que llegué pronto del trabajo y te pillé en la cama con mi hermana y me dijiste que solamente os habíais tirado en la cama a dormir porque estabais cansados. Supongo que cansados de follar, pero yo tonta de mí me lo creí. Más bien hice oídos sordos porque te amaba o al menos esa sensación tenía. Y en cuanto a lo de no volver a hablar a mi hermana no se, habrá sido algún arrebato mío.
Ahora me está viniendo a la mente el día que me fui con Rosa (mi amiga “la pija”, que seguro que también te la habrás tirado) a comprar mientras tú y tus amigotes estabais viendo vuestro partidito de fútbol semanal. Entramos en casa para dejar las bolsas atestadas de ropa y la sorpresa fue cuando te oí que le decías a tus colegas lo que a ti te parecía que tu mujer gritaba y hacía cuando tenía un orgasmo, pero estabas muy equivocado solo bostezaba de aburrimiento. En cuanto a tu brillante disculpa de que sólo lo hiciste para hacer más ameno el intermedio del partido, sin comentarios.
Qué largos fines de semana he estado sola en casa esperándote como espera una mujer a su marido cuando se va a la guerra (esto lo pongo para hacerlo más romántico) y pensando todo el rato en ti y en lo mal que lo estarías pasando en esas aburridas y monótonas reuniones de trabajo, cuando un buen día me enteré que tus aburridas y monótonas reuniones (pues así las llamabas) no eran más que recorrerse todos los prostíbulos de Valencia. Aunque pensándolo fríamente, serías un buen cliente, porque como durases con ellas lo mismo que duras conmigo en medio minuto ya estarías despachado.
Visto lo cual, ya sabes todo. Ahora cuando estés en el trabajo leyendo esta carta después claro está de que te la haya chupado tu secretaría para poderse coger el fin de semana libre, ya habré cambiado la cerradura de casa, puesto que la casa y todos los bienes materiales son míos. El coche te lo dejo para que puedas ir cada mes a Valencia a tus reuniones aburridas y monótonas.
Como ves siempre te he querido, al principio como a un novio con un amor acalorado, vibrante, maravilloso, después como a un marido con un amor monótono e insustancial y ahora sencillamente te quiero, te quiero matar.

Ya que nunca podré olvidarte, espero no volverte a ver.