Malditos Vecinos

Estaba estudiando para mi próximo examen en el más absoluto silencio cuando un atronador ruido empieza a taladrarme el cerebro. El vecino de abajo, que no tiene otra cosa que hacer los domingos a las cuatro de la tarde que no sea montar su estantería del IKEA. No se como lo hará el muy zopenco pero lleva cuatro meses con el puñetero taladro. Un día de estos bajaré y se lo meteré por el culo. Decido ir a la otra punta de la casa a estudiar, no es muy grande mi hogar, pero el ruido del taladro allí es inapreciable. Ya concentrado y con la cabeza inmersa en los apuntes, un motor gripa mi trance. Ahora son los de arriba, los del Opus Dei, que como el marido pasa de su estúpida mujer, esta no tiene otra cosa que hacer que pasar la aspiradora a todos los rincones de su casa. ¡Que se vayan a la casa de dios a molestar!

Rendido y agotado me asiento en la cocina, aparto el frutero de mi vista y me pongo a meditar problemas y más problemas mientras me como la manzana de Newton. ¡No puede ser! Los vecinos de al lado ya están discutiendo, que si un plato roto, que si un portazo, un golpe, un grito. La madre discute con su hijita de cuarenta años, y digo yo ¿por qué puñetas no se va ya de la casa de sus padres? Así dejarían de discutir y pelear todos los santos días.

Asqueado me retiro al baño, sentado en la taza del váter leo mis apuntes de clase apaciblemente cuando algo me incomoda. Ahora es el borracho de abajo que está viendo el fútbol a todo meter y no para de gritar. ¡Coño!, que se vaya al campo a gritar. ¡Madre mía! Uno no puede vivir así. Y luego dicen de los jóvenes, pero a estos viejos no hay quien los aguante.

A las ocho y media de la tarde decido irme a dormir no sin antes taponarme los oídos. Estos imbéciles se iban a enterar quien era demencial. La alarma de mi despertador sonó a las tres y media de la madrugada. Rápidamente me incorporé, me serví una copa de vodka del mueble bar y puse la música a todo volumen. En el edificio sonaba irónicamente la canción “Mis Putos Vecinos” de Porretas. Ahora se iban a joder ellos, yo no podría estudiar pero ellos tampoco iban a dormir. Una vez más, la venganza se sirvió en plato frío.