Mi tierra ha sido cubierta por una tormenta de fuego, ira y odio que no ha mantenido a nadie indiferente. La lluvia ha inundado las calles de gente, el frío ha congelado sus cerebros y las fuertes ráfagas de viento han arrancado de sus funestos cuerpos la poca hojarasca de inteligencia que vestían. Mientras, el individualismo muere, los azules agarran todo lo que pueden, y los otros, también.
Nadie escapa a esta temible guerra imperial de poder. Las armas son regueros de tinta seca, los soldados el populacho y las balas, salivazos de sangre que sólo consiguen desmembrar algo que nunca fue. Utilizan el nombre de los muertos para su causa perdida en algún garito de mala muerte donde planean con astucia y suspicacia. Su objetivo es el poder, llegarán a él pagando cualquier precio, colgarán lenguas negras como la del Papa envenenado por levantar el puño y no confirmarán el ateismo que gobierna la sociedad.
El Estado, Nación, Democracia o Teatro llámese como cada uno quiera no cambiará a menos que el pueblo levante algo más que pancartas electoralistas. Unos apegan al compañerismo para erradicar el mal, otros a la unidad para recuperar a
Por lo que a mí respecta, seguiré meando en las calles de Génova y escupiendo en la cara de Ferraz hasta que algún día el mundo esté libre de parásitos, manipuladores e hipócritas.
1 comentario:
que rayada de texto, esta claro que esta hecho aposta!! malo!!
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