jueves, agosto 31, 2006

El Poder del Tiempo

Quiero dedicar especialmente este texto a un grandísimo informático y mejor amigo, Keyvan. Espero que sea de tu agrado.

El estrés provoca una descarga eléctrica en mis conductos nerviosos que me hace estremecer al instante. La noche llega y con ella la agonía de tener que sobrevivir a esta cruda realidad. Mis párpados se atragantan de sangre adormilada por el clamor de la noche. Los buitres gimen y se enzarzan en duros combates para ver quien pegará el primer bocado. La noche cae.

Estoy ciego y condenado, camino al borde de un precipicio sin saberlo. Cada paso que doy estoy un metro más cerca de la muerte. El viento levanta una polvareda que se me pega a los poros sudorosos de mi cuerpo, mejor, así conseguiré atragantar a algún buitre. Me arrodillo en el bosque de almas verdosas del cielo y las escucho cantar mi muerte. Tengo todo en contra, nada me puede salvar, la oscuridad ya es total.

Me tumbo, y rezo a dios para que se muera de una vez por todas. Su reinado de mentira debe acabar cómo comenzó, trágicamente. Los cuervos temerosos picotean mis ojos, pero me da lo mismo, ya no puedo ver. Noto como la sangre recorre mi rostro abrumado y se junta con mis lágrimas en una curva infinita de odio, decepción y desconcierto.

Escalo lentamente una montaña de nada y desafío los límites de la gravedad subiendo a lo más alto de un risco. Subo la vista y veo un cielo de tinieblas con tintes melancólicos que presagian mi final. Los buitres me atacan y con mis zarpas consigo arrancarle a uno la esperanza de morir. Nadie me puede, me siento el dios del mundo. No hay nadie que me pueda vencer, pero como tantas veces me pasó en vida, me equivoqué. Una luz cegadora, propia del astro más magnífico del cosmos me atraviesa con su rayo luminoso que desprendía tal calor que me heló la sangre, desprendía tal hedor que me dejó sordo, desprendía tanta nobleza que me convirtió en piedra.

El sol de oriente nace y muere sin cesar y no puedo hacer nada, como una gárgola en una catedral barroca me he quedado inmóvil, soy una estatua de piedra gris, una roca más a ojos de ave. El crepúsculo se acerca.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece que ese tal Keyvan tiene suerte de conocerte a ti. Ja ja ja.

Increible, todavia tengo el escalofrio inquieto que me a recorrido el cuerpo al finalizar la historia, sin duda, mi cuerpo, mi mente, pide mas.

Me a encantado, me atrae la idea de intentar descifrar lo indescifrable, desde luego, eres el mejor.

Anónimo dijo...

puest k ami ni un texto m dedicastes debo sentirme... inferior????? me parece muy mal a tu mas y leal lectora.
estos textos me rayan t pareces a un amigo mio k tng se llama keyvan.. :(
xait0

demencial dijo...

ja,ja,ja,ja un poco rayante es pero señorita Laura creo que usted tiene muy mala memoria, ya le dedique un artículo, ¿no se acuerda?
Humano Ser Estúpido
. Pero no se preocupe que estaría encantado de volverla a dedicar otro artículo.

Muchos besos para mi fiel lectora celosa ;).

Anónimo dijo...

Ja ja ja ja. Celosilla.