miércoles, octubre 04, 2006

El Zorro

Ayer dejé la ventana de mi habitación abierta y cuando regresé había un libro en el suelo que había sufrido una fuerte lucha contra el viento y que finalmente cayó derrotado. Se trataba de El Zorro de Isabel Allende y estaba abierto por una página que comencé a leer maravillado y aquel mismo día comprendí que la providencia es algo a tener en cuenta. Sin más dilaciones procedo a tallar aquí lo que yo leí:

(Describiendo a un capitán de barco)

[…] No le perdonaba a Napoleón que hubiese obligado al rey de España a abdicar al trono y colocase en su lugar a su hermano, José Bonaparte, a quien el pueblo había apodado Pepe Botella.
- Toda tiranía es abominable, joven – concluyó el capitán -. Napoleón es un tirano. ¿De qué sirvió la revolución si el rey fue emplazado por el emperador? Los países deben ser gobernados por un consejo de hombres ilustrados, responsables de sus acciones ante el pueblo.
- La autoridad de los reyes es de origen divino, capitán – alegó débilmente Diego, repitiendo palabras de su padre, sin entender bien lo que decía.
- ¿Quién lo asegura? Que yo sepa, joven De la Vega, Dios no se ha pronunciado al respecto.
- Según las sagradas escrituras…
- ¿Las ha leído? –lo interrumpió, enfádico, Santiago de León-. En ninguna parte dicen las Sagradas Escrituras que los Borbones deban reinar en España o Napoleón en Francia. Además, las Sagradas Escrituras nada tienen de Sagradas, fueron escritas por hombres y no por Dios.
Era de noche y ellos paseaban sobre el puente. El mar estaba calmo y entre los crujidos eternos de la nave se escuchaba con nitidez alucinante la flauta de Bernardo buscando a Rayo en la Noche y a su madre en las estrellas.
- ¿Crees que Dios existe? – le preguntó el capitán.
- ¡Por supuesto, capitán!
Santiago de León señaló con un amplio gesto el oscuro firmamento salpicado de constelaciones.
- Si Dios existe, seguramente no se interesa en designar los reyes de cada astro celestial… - dijo.
Diego de la Vega soltó una exclamación de espanto. Dudar de Dios era lo último que s ele pasaría por la mente, mil veces más grave que dudar del mandato divino de la monarquía. Por mucho menos que eso la temida Inquisición había quemado a gente en infames hogueras, lo cual no parecía preocupar en lo más mínimo al capitán. […]


Siempre habrá hombres que luchen por sus ideales, siempre habrá ideales que luchen por los hombres.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy interesante tramo del texto de isabel allende.
tambien uy interesante tu objecion: "habra ideales que luchen por los hombres"
me ha gustado cuand me termine mi ensayo de la ceguera me dejas otro libro de los tuyos??? gracias por hacerme dia a dia mas culta demencial.