Un Euro

Era un plácido día y caminaba sin rumbo fijo por la ajetreada calle Gran Vía de Madrid. Quería tomarme un helado de menta helada, así que palpé los bolsillos de mis vaqueros en busca de pasta. Encontré un pañuelo usado, un metrobus gastado, una antigua entrada de cine para la película 300 y un euro. ¡Lástima! No me llegaba ni para el helado más pequeño.

Desilusionado me dirigí a una máquina de bebidas para comprar un refresco que al menos, saciara a mi reseca garganta. Costaba 1,20, me faltaban 20 céntimos y no me encontraba con ganas para pedir prestado. Bajé la calle alicaído y me fui a sentar a la sombra de un arbolillo de la Plaza de España. Descansé tumbado en el césped con mi euro en el bolsillo que no me daba ni para el viaje de vuelta a casa.

A mi lado, había un periódico gratuito perdido con la portada manchada de suciedad. Me despojé de ella haciendo una pequeña pelota y me resigné a leerlo después de percatarme de que no llevaba boli alguno para hacer el sudoku. En las primeras páginas mi vista se clavó en un titular y mi corazón se desmembró a medida que iba leyendo el artículo. En él se decía que según informes del Banco Mundial había más de mil millones de personas que vivían al día con menos de un euro. Me atormentaba saber que en el África Sub-Sahariana la esperanza de vida no llegaba al medio siglo y el analfabetismo estaba a la orden del día.

Me siento afortunado, no se si lo merezco o no, pero tengo todo lo que necesito cuando hay gente que no sabe lo que es comer dos días seguidos. Me entristece pensar que con un euro yo no puedo hacer casi nada y haya gente que con menos de eso tenga que sobrevivir.

No pretendo concienciar a nadie, si tienes un mínimo de solidaridad te escandalizarás ante esta cruda, cruel y destructiva realidad. No se como erradicar este mal, sólo añadir que 1.000.000.000 de asesinatos son demasiados.